domingo, 25 de noviembre de 2007

Ir para volver

Un sueño sin acción es sólo una ilusión
Daisaku Ikeda

Nadie en la escuela nos enseña sobre las decisiones, sobre la importancia de una visión y la realización de la misma. Sin embargo, estoy totalmente convencida que la vida es la que se encarga de esta materia en cuestión.
Aprendizaje es una palabra amplia y “amplio” es una palabra peligrosa dice mi hermano pájaro…cómo me hacés reir…
Siempre me ha costado tomar decisiones, porque fiel a mi condición de humana tengo serios problemas a la hora de desprenderme, romper con esas estructuras que mi cabeza se encarga de idear, estructuras que por otra parte sólo sirven para mantenerme a salvo…
A salvo de qué?...siempre trato de entender ese “qué”…pero cuesta…y llego a la conclusión de que intento mantenerme a salvo de mí misma por supuesto. Y es que lo más complejo es aprender a domesticar el “mostro” que todos llevamos dentro, esa preciosa fauna que nos habita de pie a cabeza y se manifiesta según la ocasión en sus diversas variantes... y ojo, que no pienso que domesticar sea "apaciguar"sino todo lo contrario, es dejar fluir, es aceptar el curso del río, y la aceptación trae consigo bendiciones, sin ninguna duda.

Hoy tomé una decisión muy importante, esas cosas que uno a veces posterga, por vagancia, por cobardía o por el natural hecho de no estar preparado para enfrentarse a lo que viene.
El caso es que me mudo y cambio ciudad por pueblo, colectivo por bicicleta, cambio verdulería por huerta, ascensor por escalera, cambio comodidad por coherencia, cambio bombas de estruendo por bandadas de gorriones, ilusión por acción

Y más allá de todo lo que me pesa (más que nada en el mundo los afectos, sin ninguna duda) sé que es un cambio más que positivo, es una posibilidad, un sin fin de razones que son tan mías como la raíz, a la que vuelvo, buscando esa medicina eterna que cura, el lenguaje de la naturaleza y la raíz de un árbol infinito del que formamos parte, como el universo…y se llama amor.




Laura m.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Volver


Vuelvo del monte, con las esperanzas renovadas, con algunas certezas y decisiones que se alejan cada vez más de la razón, para darle lugar al amor.
La tierra guarda todos los secretos, es cierto, pero el mayor secreto es que vos hermano pájaro, yo, nosotros, todos…somos también tierra, formamos parte de una conciencia universal que cuando se despierte ahí será recién puro espíritu.
Mientras tanto tenemos muchas opciones y yo me quedo con dos: vivir positiva o negativamente, siempre la elección es de uno, de eso depende el aprendizaje permanente, para mí claro.
Por eso también he aprendido a callarme un poco, a dejar de ponerle tanto nombre a las cosas porque los conceptos me confunden. Las ideas que tenemos del mundo que no rodea están en la cabeza y el motor que nos sana por amor, sigue siendo siempre el corazón.
Sanar, mi condición principal siempre es sanar y para eso no hay soluciones mágicas, eso sí lo que invariablemente es necesario será el hecho de querer hacerse cargo y como esa opción siempre cuesta y duele entonces lo mejor es confiar, es aprender a perder un poco el control y confiar…que somos dueños de nuestros cuerpos? mmm..cada cual tendrá su opinión, para mí el cuerpo habita el alma y no al revés, y el alma mi querido hermano está ligada a ese ojo universal que nos espía ansioso de que comprendamos que hay tanto amor, que no es necesario arrastrarse por el dolor, abrazarlo, abrazarnos...
Tenemos un cielo instalado en la coronilla y, también, depende de uno disfrutar –o no- del fulgor con que brilla cada estrella y constelación que nos habita.
Somos arbolitos echando raíces, regándonos con las lágrimas que purgan el alma, estirándonos para alcanzar el sol, y es que de donde venimos también allá vamos.
Y sabés que? hoy me siento una hoja, quizás un pájaro como vos, no sé y me dejo mecer por el viento porque eso también es un acto de amor.
y no me siento sola, definitivamente no.

la foto es de un amanecer en el monte, uno de tantos.
Laura m.